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La piel: cómo protegerla
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5 meses agoon
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Redazione
La piel es uno de los órganos más extensos del cuerpo humano, y es la primera barrera que separa nuestro organismo del mundo exterior. Forma parte del aparato tegumentario y tiene varias funciones: regula el calor corporal, impide la salida de líquidos, protege de la luz solar, los traumatismos y los agentes patógenos, y es el órgano responsable del sentido del tacto.
Como primera línea de defensa del cuerpo contra el mundo exterior, pero también lo que nos permite relacionarnos con el mundo que nos rodea, la piel es un órgano muy importante que debe cuidarse con atención y constancia. De hecho, como todos los órganos, puede sufrir incluso enfermedades graves, como tumores cutáneos, o defectos antiestéticos, como cicatrices. A continuación te explicamos qué es la piel y cómo protegerla.
Qué es la piel
La piel es un órgano que llega a medir hasta 2 metros cuadrados en los adultos. Es el órgano principal del sistema tegumentario y se divide en 3 capas principales: la epidermis, la capa más externa; la dermis; y, por último, la hipodermis, la capa interna. La piel presenta dos propiedades muy especiales que la hacen muy eficaz en sus tareas. La primera es la reparabilidad: tras un traumatismo o lesión, el cuerpo humano repara las partes dañadas o separadas de la piel, formando una cicatriz. La segunda es la extensibilidad, que le permite adaptarse al crecimiento y los cambios de las personas a lo largo de su vida.
Pero la piel también es un valioso tesoro que hay que guardar y proteger para evitar daños que pueden llegar a ser muy graves. Por ejemplo, los melanomas son células naturales de la piel, llamadas melanocitos, que han sufrido un desarrollo canceroso. Una de las causas de los melanomas es precisamente la exposición a la radiación UV sin la protección de una crema solar.
«A los 22 años noté un bulto, una especie de grano rosado en la nalga derecha», cuenta Anna Maisetti, fundadora de la comunidad Stile Compresso. «Me lo operaron un año después y, por desgracia, ya era demasiado tarde», prosigue: no se trataba de un simple lunar, sino de un melanoma que se había extendido a los ganglios linfáticos. Tras una difícil operación, los cirujanos consiguieron extirpar el tumor, pero a Maisetti le quedó una secuela importante: sigue viviendo con un linfedema.
La piel y las cicatrices
La capacidad de la piel de autorrepararse es extraordinaria, y es capaz de restaurar la piel lacerada. Lo que es inevitable, sin embargo, es la presencia de cicatrices, sobre todo en las heridas más profundas. «La cicatriz es un tejido reparador», explica Marco Tresoldi. «Una cicatriz se forma en un plazo medio de 7 a 10 días – continúa el profesor – después comienza un proceso de maduración que pasa por las fases de detracción, contracción y remodelación de la cicatriz, y dura aproximadamente un año».
Sin embargo, las cicatrices deben tratarse y protegerse, para evitar que cicatricen mal y arruinen la estética de la piel. Para tratar las cicatrices se pueden utilizar dos tipos de productos: la silicona y la elastocompresión. «Ambos ayudan a reducir el proceso de inflamación – explica el profesor –llevándolo a un grado fisiológico en el que la cicatriz aparece blanca y plana». «La elastocompresión, en cambio, se utiliza en zonas traumatizadas– señala Tresoldi – para evitar que la cicatriz crezca hacia arriba».
A veces, sin embargo, las cicatrices corren el riesgo de comprometer la autoestima de las personas, sobre todo cuando afectan a partes del cuerpo especialmente delicadas, como el pecho. Por eso existen prácticas innovadoras, como los tatuajes médicos, que pretenden restaurar y reconstruir la piel. Pero para ello se requiere un gran conocimiento anatómico de la epidermis, sus colores y características. «Crear un tatuaje permanente puede significar a veces resolver problemas estéticos o médicos», explica Andrea Becchi, tatuador y propietario de Tattoo Cluster Studio. «Hay que tener conocimientos tanto de las geometrías del cuerpo como de los pigmentos y tonos más naturales».
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